Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Igual tendría gancho como nombre de un grupo de rockeros, tipo Ilegales. Habrá que tomarse las cosas serias estas de la economía con un poco de ironía, ¿no? Es que no tienen ninguna gracia, en realidad. Una empresa del tamaño que sea tiene toda la legitimidad para trasladarse al lugar del planeta que le dé la gana. No comparto las críticas de políticos de izquierda apelando a una especie de patriotismo fiscal, ética, etcétera. Si a Ferrovial se le ha quedado pequeño el Ibex 25, como comentan algunos analistas, pues debe buscar la proyección que quiere en Países Bajos o dónde le parezca a sus directivos. Frenar el crecimiento potencial de una compañía con capacidad internacional sería una lástima.
Eso sí, no esperará la familia Del Pino que va a seguir facturando cientos de millones de euros de obras públicas al año como desde los tiempos de Franco. En el último lustro, cuentan que nada menos que 1.300 millones en esos cinco ejercicios de nada. Ahora le toca buscar contratos para hacer puentes en los canales de los Países Bajos, por ejemplo, y me da a mí que va a tener mucho menos tajo, más que nada, por la extensión de su nuevo “hogar”, bastantes menos kilómetros cuadrados que la Península Ibérica.
En lugar de encenderse en debate pueriles sobre empresarios “buenos” que se quedan en mi pueblo o “malos” que se van fuera, se trata de fomentar la economía de proximidad, pero no en plan “paleto”, con banderitas estilo Vox, sino por sostenibilidad, para empezar. Menos transporte, lo que se pueda producir cerca de donde se va a consumir, tanto mejor, hay que cortar la polución que respiramos. Las ferroviales que se quieran marchar, buen viaje. Ya habrá otras contratistas de obra pública interesadas en construir las infraestructuras y prestar los servicios públicos que necesitemos.
Y aunque el término “despiadado” para algunos supermercados, que tanto escándalo ha suscitado se lo merezcan, sea bastante ajustado a la realidad, ¿quién espera piedad en los negocios? El fin de toda empresa consiste en obtener beneficios. La solidaridad y la generosidad queda para las ONG. Pretender que los grandes de la alimentación van a tener buen corazón con los consumidores y van a renunciar a ganar más se queda en pura ingenuidad. Otra cosa ya es que el Gobierno rebaje el IVA y las distribuidoras no solo se embolsen esa ayuda que iba para las familias, sino que además suban precios para estirar todavía más su margen comercial. Impresentables.
Ante esta caradura, solo queda el camino del economato. Sí, como suena. No me cansaré de repetirlo: una red de establecimientos que solo cubran costes (o ni eso) y suministren alimentos a precio tasado por el Estado. No hace falta una red muy grande, porque cuando los supermercados de verdad, los privados, vean a su clientela haciendo cola en la puerta del economato, verás como rebajan sus tarifas misteriosamente. Total, estropear un poco ese gráfico de miles de millones de beneficio anual por unos cuantos millones menos no va a arruinar a nadie. Como mucho, alguno bajará puestos en la lista de ricos de Forbes.
Con Ferrovial, también están con la mosca tras la oreja por si su mudanza a los Países Bajos responde a lo de siempre… Pagar menos impuestos. De nuevo, a riesgo de ponerme pesado, me gusta poner un ejemplo comprensible para entender esto de la “ingeniería fiscal”: si tú vives en la calle Carretas, número 7, no quieras pagar tus gastos de tu comunidad en la calle Cervantes, número 3. ¿Qué quiero decir? Muy sencillo: si Ferrovial decide estratégicamente ser holandesa para los tributos, que se vaya a vivir allí, con todas sus consecuencias. Y sus directivos, que vengan por el sur solo de “turistas”, con permisos temporales, como nos aplican a nosotros cuando viajamos por esos mundos. Se pueden cambiar de nacionalidad, aunque no necesariamente de forma definitiva. Si dentro de unos años, se cansan del delicioso queso Gouda, de los canutos en los coffee esos especiales (si les mola eso), de las vaquitas en los prados, etcétera, pues que vuelvan a nacionalizarse españoles otra vez, los recibiremos con los brazos abiertos, como empresarios brillantes que han demostrado ser. Y que pasen por caja con Hacienda, claro.
Con un gobierno hipócrita de "buenas palabritas" y malas acciones, véase como ejemplo la banda "del tito Berni", más de uno saldría de este país, donde solo nos queda ver la imagen de aquel gobernante latinoamericano que gritaba "expropiese". De todas formas, creo que no merecemos más, en un país con tanto barriga agradecida, el político es la imagen del pueblo, incluyendo como pueblo a cientos de periodistas y articulistas.