Loli Pérez y Miguel Ángel Ruiz son un matrimonio de Onil que tienen a seis personas ucranianas de acogida en su casa. Se trata de Marianna Nikitenko y sus tres hijos, dos ellos gemelos de tres años de edad, su marido, y otro familiar.
Marianna y su familia (a su marido le dejaron salir por ser padre de familia numerosa) llegaron a Onil el 18 de marzo, después de un viaje de muchos días desde su ciudad Irpín, de donde salieron en coche hacía la frontera de Polonia. Según explica, el viaje hasta Polonia duró diez días y, después, estuvieron tres días más en el campo de refugiados. Ahí ya supieron que su destino sería Onil, debido la iniciativa particular de voluntarios que han puesto en marcha en el municipio Cristóbal Simón y Javier Navas con la ayuda de sus parejas, ambas de origen ucraniano.
De Polonia, sigue explicando Marianna, salió toda la familia en un autobús en el que viajaban unas 50 personas y, finalmente, tras otros tres días de viaje, llegaron a su destino.
Ahora, tras dos meses en Onil, Marianna comenta que «tiene una vida perfecta», gracias a su familia de acogida y a los muchos amigos que ha conocido.
Los anfitriones trabajan fuera de casa y Marianna se ocupa de la cocina y limpieza. Su hijo mayor, de 12 años, ha sido escolarizado en el primer curso de la ESO del IES La Creueta y cuenta con una profesora de apoyo, aunque está en el aula con el resto de sus compañeros.
Su marido ha podido comenzar a trabajar en una empresa de Onil porque «todos tenemos ya nuestro NIE (número de identidad de extranjero)» y, tres días a la semana acuden al centro social que se ha improvisado en el antiguo bar La Bolera, donde estudian español.
Marianna comenta que ahora «hay que esperar a que termine la guerra y, después, veremos».
Poco antes de verse obligados a huir de su país, Marianna y su marido Denis se habían comprado una casa y la habían reformado por completo. «Ahora nuestra casa está ocupada por gente que se refugia allí. Lo sabemos porque nos lo han contado algunos vecinos».
Irpín es una de las localidades más devastadas por la guerra, ya que se encuentra a solo 14 kilómetros del aeropuerto «uno de los objetivos que primero bombardearon las tropas rusas», recuerda. Su madre y su hermana se han quedado en el campo de refugiados de Polonia, donde su madre ha encontrado trabajo.
Loli y Miguel Ángel la acompañan en esta entrevista. Ellos son una de las quince familias de acogida que hay ahora mismo en el municipio colivenc, coordinadas por Cristóbal Simón y Javier Navas, a través de esa red particular de voluntarios creada cuando estalló la guerra en Ucrania.
Loli es propietaria de un bar en Onil, tiene una hija de 22 años, y a raíz de convertirse en familia de acogida está recibiendo muchas muestra de apoyo y solidaridad por parte de sus clientes y vecinos, «nos traen comida, ropa y, e incluso, también dinero». Sin embargo, se muestra muy crítica con el Ayuntamiento «porque no hemos recibido ninguna ayuda de su parte».
Asegura que abrir las puertas de su casa a esta familia «es lo mejor que hemos hecho nunca, porque nos están dando una lección de vida».
En otra de las familias de acogida de Onil vive Olga con su hija Daria, de 12 años.
Olga llegó al municipio el 29 de abril, en plena celebración de las fiestas de Moros y Cristianos y a su hija le dio tiempo a salir en un desfile.
Ambas salieron de Kiev el 5 de marzo y tenían claro que querían venir a España, concretamente a Mutxamel, donde se encontraba ya su hermana y su sobrino. El viaje, relata Olga, «fue muy largo». De Ucrania a Rumanía, después Hungría y, de ahí, en avión a Madrid. Desde la capital las trasladaron a la capital de la provincia, donde está ubicado uno de los centros de acogida de refugiados, y desde allí consiguió contactar y reencontrarse con su hermana. Sin embargo, no ha podido quedarse, «porque ella vive en casa de una amiga y solo tiene una habitación».
La red de voluntarios de Javier les ofreció la posibilidad de trasladarse a Onil y ser acogidos por una familia, con un hijo y una hija, de edades parecidas a las de Daria.
Ahora, explica, «estamos muy bien, muy felices», pero no puede reprimir las lágrimas cuando se acuerda de su país «porque allí se ha quedado mi marido. Estoy muy preocupada pero, de momento, sabemos que están bien». Cuando la guerra acabe y la situación mejore, Olga tiene claro que quiere volver a su país. Aún así, se siente muy agradecida por todo el apoyo que está recibiendo en España.
Kateryna y sus dos hijos están en Onil desde el 14 de abril. La propietaria del antiguo bar La Bolera les ha prestado un piso, donde viven los tres y afirma que «estoy muy feliz y muy agradecida».
Sus hijos ya van al colegio y comenta que existe una gran preocupación en el centro para que se integren plenamente.
Kateryna pudo escapar de su ciudad Mykolaiv cuando estalló la guerra, porque su máxima preocupación era la seguridad de sus hijos, explica, pero su marido continúa allí y con él habla a diario. Recibe ayuda económica desde su país pero está buscando trabajo, porque también tiene su documentación en regla.
Aunque le gustaría dedicarse profesionalmente a lo suyo, ha comprobado que «mis diplomas en Derecho y Biología no se convalidan aquí», comenta.
Bonitas y tiernas imagenes, espero de corazón que esten muy bien aqui dentro de lo que cabe. Hay que quedarse con las cosas positivas y esta sin duda es una de ellas.