No sabemos cómo van a gestionar PSOE y Podemos tanta responsabilidad, sobre todo con el aliento de los independentistas en la nuca cada vez que sean necesarios sus votos para aprobar cualquier asunto. Lo cierto es que por primera vez en nuestra corta democracia, dos formaciones políticas se han unido en coalición para dirigir el futuro de este país, y eso es digno de mención.
Los ciudadanos han sido testigos de un acto de investidura bronco hasta llegar a las malas formas. Algunas de sus señorías han hecho gala de un mal gusto y un chabacanismo, más propio de una discusión de bar. Ese es el nivel. Tan lamentable ha sido “la gobernabilidad de este país me importa un comino”, de una diputada de ERC, como “estamos aquí por no creemos en el Estado español”, de otra representante de la CUP. Ambas aseveraciones rozan el absurdo en tanto en cuanto son dos diputadas que han decidido presentarse libremente a las Elecciones Generales, que han sido elegidas por sufragio universal, con las reglas democráticas actuales y con los mismos derechos y ventajas que cualquier otro diputado del Congreso. Lamentables intervenciones.
Con un horizonte con más sombras que luces, la gobernabilidad en esta legislatura puede ser un sinónimo de volatilidad. Con un Hemiciclo enormemente fragmentado y con la decisiva intervención de los nacionalistas catalanes, el tándem PSOE-Podemos tendrá que jugar cortito y al pie en cada una de las decisiones a tomar en el Congreso de los Diputados. Rufián y sus chicos le han dado un pequeño balón de oxígeno, pero con el objetivo de una pronta contraprestación en forma de referéndum.
Esperemos que Sánchez e Iglesias no acaben como lo hicieron Redford y Newman en el agónico final de la magistral ‘Dos hombres y un destino’. Veremos.