La cultura es más que historia. Desde sus inicios, las sociedades han establecido códigos que no necesariamente tienen que ver con la palabra oral o escrita. Se trata de normas y conductas que pasan de padres a hijos, pero que pueden ser modificadas para adaptarlas a los nuevos tiempos. Y es que no todo lo que hoy vemos con agrado gozará eternamente de la aceptación colectiva. Recordemos que las sociedades cambian y, en consecuencia, también cambian sus códigos y sus comportamientos culturales. Pero veamos dos ejemplos importantes que nos permitirán entender cómo los comportamientos culturales hablan por nosotros mismos.
Durante siglos, el tabaco fue visto como un signo de éxito y poderío financiero. Así, era habitual ver a hombres de la alta sociedad fumar en pipa o dar unas cuantas caladas a un puro. Más tarde, el tabaquismo tomaría un gran impulso con la era industrial. Desde ese momento, millones de personas en todo el mundo tendrían acceso a los cigarrillos. Y la popularidad del tabaco seguiría creciendo gracias a los medios de comunicación y al cine. No fue hasta que el humo del cigarro fue vinculado al cáncer cuando comenzaron las campañas antitabaco. Actualmente, existen muchos métodos para dejar de fumar. Echa un vistazo aquí.
Durante siglos, se creyó fielmente que la salud estaba ineludiblemente atada a la obesidad. Incluso se pensaba que las mujeres obesas eran más sanas y bellas. Como resultado, en los sectores pudientes era normal llevar una dieta opípara. Si se era obeso, se era bello y rico. Bajo esa premisa funcionó casi todo el mundo hasta que la ciencia se atrevió a desmentir esas ideas. En la actualidad, observamos cómo los cánones de belleza y salud han cambiado drásticamente. Hoy en día, la gente se cuida más haciendo deporte y comiendo sano. Sin embargo, también hay muchas personas incapaces de encontrar el límite y se obsesionan con su peso.