Por Vicente J. Sanjuán
Con este titular, amigo lector, no me refiero ni al Personal Computer de Bill Gates ni al Partido Comunista. Me refiero al concepto de lo “políticamente correcto”.
No solo existen la dictadura de Franco ni la dictadura del proletariado. Hubo y hay más. Ahora existe una dictadura mas silenciosa e intimidadora que es la dictadura sobre lo que se debe decir en público o lo que se debe publicar.
El origen contemporáneo del concepto viene de los años 30 cuando, el plena dictadura estalinista, “círculos de la izquierda leninista” (“La extrema corrección”, artículo de Andrea Aguilar publicado en el diario El País el 5 de marzo de 2017) marcaban a los enemigos internos y externos como políticamente incorrectos o mal alineados con la ortodoxia del partido (trotskistas, anarquistas, capitalistas y fascistas varios serían políticamente incorrectos para estos “círculos de la izquierda leninista”). Nada nuevo bajo el sol, parece.
En los años 60, una vez derruido el mito del comunismo de estado y del socialismo real tras el asalto soviético a la primavera de Praga, la izquierda jacobina y revolucionaria toma como sujeto revolucionario a las minorías y la defensa a muerte de las mismas: negros, mujeres, desahuciados, animales (que son elevados a sujetos con derechos), pueblos oprimidos por imperios coloniales, etc. Solo ellos son los caballerosos garantes de estos sujetos históricos oprimidos, tienen el monopolio de su defensa y tienen el monopolio de veto sobre los enemigos de estos sujetos históricos a defender. Paul Berman, politólogo y sociólogo norteamericano, habla de que hablar mal o hacer humor sobre estos sujetos revolucionarios y su defensa te convertía en una víctima propiciatoria de la izquierda jacobina que pasaba a vilipendiarte y vejarte en público como a las brujas de antaño en la puritana Virginia.
Como defensa ante tal cascada de vilipendios y estigmatizaciones intimidantes se suele recurrir a la autocensura o al silencio cómplice ante la supuesta verdad revelada en el discurso de la izquierda revolucionaria y de sus gurús o fuhrers varios. Es lo que el propio Berman denomina como la “huida de los intelectuales”. Huida ante el miedo a que te azote el culito con la coleta o a que no te den la plaza o a que no te publiquen o a que te hagan un escrache los monaguillos del piloso fuhrer patrio.
Así, hoy en día, que una dirigente madrileña asalte una celebración religiosa católica al grito de “arderéis como en el 36” no es mas que un legítimo uso de la libertad de expresión y no una incitación al odio (que es delito en la España de hoy) mientras que para la misma dirigente asaltacapillas es un delito de incitación al odio que un autobús fletado por una organización ultracatólica con un lema publicitario ya no es libertad de expresión e incita al odio. Por supuesto, para la dirigente asaltacapillas y su entorno de poder, si atacas su incongruencia y falta de coherencia eres fascista, franquista, ultraloquesea y facha (y cercano al Opus). Lo importante es que no eres chachi, guay, un buen compi o cool de la colega asaltacapillas y del fuhrer piloso patrio (que se acaba de cargar a su mini Trotski particular).
Todo esto de lo políticamente correcto tiene muchas ramificaciones que tienen que ver con la libertad de expresión, la viralidad de las redes sociales que ha propiciado internet, la tolerancia y sus límites así como los supuestos límites del humor pero lo únicamente políticamente correcto en una sociedad libre es todo salvo lo que sea delito. Lo otro, el dominio de la historia, de las mentes y de lo que debe decirse no es mas que una nueva versión de estalinismo, es decir de comunismo, es decir de totalitarismo.
Por supuesto, éste es un artículo políticamente incorrecto: está garantizada su incorrección.
Vale