La onomatopéyica expresión está rescatada del acervo popular alicantino, más concretamente de la Vega Baja profunda, usada de forma coloquial cuando se conoce o se observa una situación que causa verdadera sorpresa.
Este concepto expresivo fue lo que primero que me vino a la cabeza, (también me llegaron otros que mejor no voy a reproducir ya que este periódico se lee en ‘horario infantil’), cuando en una conversación de café me contaron qué pasó con la famosa valla que separa el IES Barrachina del Vilaplana Mariel.
Nuestros lectores recordarán que la estructura metálica cayó por causas naturales, es decir, que apenas un año y medio después de la inauguración del flamante edificio, gran parte de la estructura vallada se derrumbó a consecuencia de un temporal. Menuda chapuza hizo la empresa constructora que no aguantó ni los primeros vientos otoñales; pero eso es otro tema… lo que sí me dejó anonadado, previo al enojamiento cabruno antes de acabar con un mosqueo asesino –desaconsjable para mi salud–, fue la cifra que mi interlocutor me aseguró que costó la reparación de la vallita de marras, -él pudo ver con sus propios ojos la factura de la reparación-. Agárrense a la silla: ¡120.000 eurazos! (veinte millones de pesetas).
Después de conocer este dato, y de saber que nadie en nuestra administración local, provincial, etcétera, movió un dedo por saber a dónde fue a parar esa ingente cantidad de euros, me está empezando a rondar por la cabeza, con más intensidad si cabe, la propuesta que hizo uno de mis colaboradores hace unas semanas: Insumisón fiscal. No me apetece nada seguir pagando de mis impuestos, que no son pocos, a incompetentes, ladrones, coballas y demás personajes de distinto linaje como los que nos están representando. Así va España.
Además, Hacienda ya está tardando para uniformar y preparar a inspectores fiscales que sólo tengan encomendado perseguir estas tropelías. Aunque viendo el panorama idiosincrásico ibérico, lo más probable es que éstos acaben dentro de la podrida ‘rueda de la fortuna’.
Un último apunte: mi amigo me contó que un albañil de confianza fue a presupuestar la ‘magna’ obra de reconstrucción y le dijo que con 12.000 euros (2 millones de pesetas) estaba repuesta. No convenció la oferta local, supongo que porque ahí no había mucho de donde ‘rascar’.