Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Se me acaba de encender una bombilla (con led) y creo que sin modestia ninguna tengo la solución para el “problema catalán”. En realidad, me parece una receta con sustancia para resolver de una vez por todas las tensiones que genera casi siempre sin excepción el nacionalismo, esa otra religión que siempre ha anidado tan bien enraizada en el alma de muchos humanos.
Al ver que uno entra en Google, Facebook y tantas páginas ya en las que se te ofrece la opción “Traducir esta página”, me da a mí que podríamos inventarnos algo así para ir por la vida. Cuando nos encontremos con un desconocido, nuestro chip -o el chisme que sea- que llevaremos en un bolsillo o como pendiente o piercing (a gusto del consumidor) detectará que habla otro idioma y nos ofrecerá traducir de forma simultánea. Igual que hacen en televisión cuando entrevistan a un famoso y un intérprete va haciendo su trabajo.
Podría ser un primer paso para crear la República Independiente del Mundo. Bueno, la denominación está por definir y consensuar, votarla en referéndum. La idea está en fundar la primera nación de naciones, estados o como queramos llamarlo. Fuera fronteras y pasaportes, ya que tenemos un mercado globalizado, viva el cosmopolitismo y un solo Gobierno para todos, elegido democráticamente por todos los terrícolas. A priori, chinos y indios tienen ventaja demográfica y puede que el presidente planetario tenga los ojos rasgados o venere a las vacas sagradas, ¿por qué no? Por supuesto, a continuación tocará una transición hacia el salario universal, cuando cada hora de trabajo valga igual en Tegucigalpa o Sidney, en Tordesillas o en Puerto Lumbreras.
Cómo disfrutaríamos viajando todos para conocer una única patria, la de todos, en realidad, esa palabra perdería su sentido, hasta que colonicemos algún día otras galaxias. Si lo analizamos, el término patria solo tiene significado para distinguirse del vecino, lo que no deja de ser alejarse de él, marcar distancias con el “diferente”. Y a lo largo de la historia, esa antítesis del espíritu cosmopolita solo ha traído guerras y desastres, ya lo digan en Venezuela o Cuba “patria o muerte” o en las filas del ejército nacional de Franco, cuando había que salvar la patria antes de que España fuera soviética. Y qué decir el patriotismo yanki enterrando iraquíes en las arenas del desierto para quedarse con su petróleo. Tantos y tantos ejemplos...