Esta semana tenemos que lamentar varios actos vandálicos en Ibi, al igual que hace quince días hablábamos de otros tantos en Castalla y Onil. No es cosa exclusiva de esta comarca, sino que España entera está plagada de energúmenos que se dedican a destrozar lo que pagamos entre todos.
Otra de las características que hace de España un país único, junto con la paella y la sangría, es la extraordinaria cantidad de descerebrados que basa su diversión en rayar bancos, mesas y farolas, quemar contenedores, romper marquesinas, tumbar señales, atascar fuentes (o malgastar su agua), orinar en aceras y portales y una larga lista de actos vandálicos que luego los ayuntamientos tienen que reparar, volviendo a invertir un dinero que podría ser destinado a otros menesteres.
Estos graciosos se ve que no pagan impuestos, pero sus padres sí, aunque eso les importe un bledo. Porque, si no, no se entienden estas actitudes tan fuera de órbita en una sociedad que se pretende civilizada.
Maldita sea la estampa de quienes hace unos días se dedicaron a quemar en Ibi varios contenedores de papel y plástico, demostrando una suprema falta de respeto por sus vecinos que, aparte de haber pagado esos contenedores, los usan para reciclar, como está mandado.
Y como se ve que ya tenían el hocico caliente, también arrimaron la tea a una moto y un coche que estaban aparcados en la calle. En este caso, el daño se inflige directamente contra personas con nombre y apellidos que ahora tienen que enfrentarse a un gasto imprevisto, si es que pueden pagarlo, o verán complicada su rutina diaria, al habérseles arrebatado su medio de transporte habitual.
En Castalla, los desgraciados de turno la tomaron con las actuaciones que el área de Patrimonio Cultural está realizando en la zona del Castillo, con el fin de rehabilitarla y hacerla más atractiva. Pues nada: apenas unos días después de su inauguración, e incluso con la valla cerrada, los vándalos camparon a sus anchas.
Y en Onil, la moda de orinar en la calle está degradando la zona de pubs de la calle Cardenal Payá, al igual que pasa en Ibi y otras localidades, siempre en entornos ‘marchosos’.
¿La solución pasa por más mano dura y un mayor control desde las instituciones? ¿O por inculcar el respeto y la educación desde bien pequeños? Tal vez el modelo de sociedad que estamos creando no sea el más propicio. En cualquier caso, un aumento de las sanciones y una tolerancia cero no vendrían nada mal ahora mismo.