Día de la Mujer Trabajadora
En agosto de 2008 pensé el escribir algún artículo sobre el grave accidente sufrido en la fábrica de fulminantes Mirafé en 1968 y que costó la vida a treinta y tres personas. Tuve varios días entre manos la causa judicial que se instruyó en su día que se conserva en el archivo municipal de Alcoy, pero, al fin, desistí. Los datos que iba tomando eran terribles. Sin embargo, comencé a escarbar y redactar los recuerdos que tenía del suceso y los ecos que de él llegaron hasta Alcoy. Demasiado para un trabajo urgente. Ahora, al cabo de año y medio y con la celebración del día de la Mujer trabajadora a la vuelta de la esquina vuelvo a retomar el hilo del fallido deseo pero con otra intención: hacer constar mi homenaje a la Mujer trabajadora ibense.
Siempre he tenido gran respeto por las mujeres trabajadoras, aquellas que han formado parte de una nómina. No quiere decir esto que no lo tenga por les faeneres, que lo tengo, y aunque son cosa parecida, no son igual. Afinando un poco más podríamos decir que en algunas se juntan los dos adjetivos: treballadores y faeneres. No está mal. Pero hablemos de mujeres trabajadoras, que en Ibi, al igual que en Alcoy, han ido asomándose a la Historia desde hace dos siglos, por lo menos.
Va para un año que, investigando sobre el siglo XIX alcoyano, me encontré en el Archivo de Alcoy con un documento de 1814 que hace referencia concreta de las mujeres ibenses que trabajaban para las fábricas de paños de Alcoy. El documento está fechado el 12 enero del dicho año por los fabricantes de paños de Ibi y va dirigido al Ayuntamiento de Alcoy protestando por los impuestos que el Gremio de fabricantes de Alcoy imponía a los de Ibi por la manipulación de la lana. Decía, entre otras cosas, el documento: [...] por la razón de la lana que diariamente se trae por los vecinos de esta villa propia de los Fabricantes de Alcoy que, preparada y hilada, devuelven a estos y con ella fabrican los paños de superior calidad por las apreciables circunstancias de la hilaza que se hace por las mujeres de esta Villa. ¡Lástima que no haya espacio para darlo íntegramente!
Un siglo más tarde, en la década de los años treinta, Virginia, Delmira, Fina y María —a quienes aprecio y respeto—, jovencitas todas ellas por entonces, ahora nonagenarias, emprendían de buena mañana el camino que iba desde El Ventorrillo hasta la fábrica de Rico. Más de media hora de camino a la ida y otro tanto por la noche, a la vuelta. No importaba el frío ni el calor, la cuestión era acudir al puesto de trabajo aunque costase caminar más de diez kilómetros al día. Pero no eran sólo estas cuatro hermanas, una de ellas fallecida ya, sino docenas, centenares de mujeres como ellas fueron las que levantaron la industria juguetera en Ibi.
Y terminemos mencionando el dramático asunto con que he comenzado: el terrible suceso de 1968. Me he acercado a los datos de la tragedia, con respeto, casi de rodillas y he contado hasta diecinueve mujeres fallecidas. Alguna niña entre ellas: Antonia Fajardo de 7 años y creo que, también, alguna embarazada. Me gustaría nombrarlas a todas, una por una, ver y escrutar sus rostros para así acercarme a su personalidad y fijar su recuerdo para siempre.
Tal como yo mismo desde aquella calurosa tarde de agosto, sé que Ibi no ha olvidado a aquellas mujeres trabajadoras que dieron por la industria ibense lo más preciado de la persona: la vida. ¡Honrémoslas!
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